¿Cuántas veces mirás... pero no ves?

¿Te pasó alguna vez estar frente a algo —o alguien— y darte cuenta de que estuviste ahí, pero sin realmente estar? Miramos, sí. Pero ver, en serio ver, es otra cosa. En medio de la rutina, los pendientes y el ruido constante, muchas veces nos perdemos lo que está justo frente a nuestros ojos.

Hoy quiero invitarte a hacer una pausa. A mirar con intención. Porque cuando aprendemos a ver de verdad, cambia nuestra forma de vivir, de conectar y de cuidarnos.

¿Qué nos impide ver con claridad?

🔸 Atención selectiva: Nuestro cerebro filtra la información que considera relevante. Esto es útil para no sobrecargarnos, pero también puede hacernos pasar por alto detalles importantes o momentos significativos.

🔸 Automatización y exceso de confianza: Cuando algo ya nos resulta familiar, dejamos de prestarle atención. Funciona como una especie de "modo automático". Pero ahí es cuando más se nos escapan las sutilezas, los cambios y las oportunidades.

🔸 Prejuicios y expectativas: A veces no vemos lo que es, sino lo que esperamos ver. Nuestras creencias y juicios previos pueden nublar la mirada, cerrándonos a lo nuevo o diferente.

🔸 Sobrecarga de estímulos: Vivimos bombardeadas por información. Redes sociales, trabajo, familia, responsabilidades... El cerebro, por supervivencia, filtra. Y en ese filtro, muchas veces se pierde lo esencial.

🔸 Rutina: La repetición hace que lo extraordinario se vuelva invisible. Un gesto, una palabra, una mirada que antes nos tocaban el alma, pueden pasar desapercibidos si no entrenamos la atención.

Y esto no solo aplica hacia afuera. También tiene que ver con cómo nos vemos a nosotras mismas. ¿Estás mirando quién sos con ojos nuevos, o te seguís juzgando con viejos filtros?

Fallamos. Sí. Y está bien.

Cometemos errores, como todas. Pero la clave no está en evitarlos, sino en cómo los procesamos. Si nos quedamos rumiando cada fallo, nuestra mente se desgasta: aparece el estrés, la ansiedad, la parálisis. Pero si aprendemos a ver el error como una señal, como un paso más en el camino, ganamos perspectiva, fuerza y claridad.

Mirar con intención es un acto de amor propio.
Es elegir dejar de reaccionar en automático, para empezar a vivir con más presencia. Es dejar de esconderse detrás de la perfección, para empezar a ver el poder de lo imperfecto.

Así que la próxima vez que mires… hacelo con ganas. Con curiosidad. Con apertura. Porque ver de verdad puede cambiar tu día, tu vínculo con vos misma, y tu forma de estar en el mundo. 

Publicar un comentario

Artículo Anterior Artículo Siguiente